21.4.12

El perdón real y la ética ciudadana


Mal están las cosas de la corona. Después de la aventura de Botswana, la lesión de cadera y la petición de perdón, la corona ha perdido "la autoritas" que tanto había costado levantar tras décadas de esfuerzo cotidiano. 

Después de los traspiés empresariales del Duque de Palma, con un feo asunto de estafa y evasión de capitales; tras la herida por disparo de arma en el pie de su nieto, llegó la aventura de Botswana en una cacería de elefantes.

Los cazadores encuentran placer en el deporte de la caza. Un disparo, y un ave pierde la magia legítima del vuelo en una pirueta imposible, queda en suspenso un segundo en el aire mientras pierde plumas, y cae pesadamente al suelo. 

Un elefante recibe un terrible impacto de calibre especial en una parte muy concreta de su anatomía que le detiene de súbito. El enorme animal, de cuatro toneladas, intenta hacer un esfuerzo para huir o embestir, y solo logra tambalearse, moverse unos pasos con la confianza perdida, y caer con gran estruendo.

Los países como Botswana defienden la caza exótica, como la del elefante: porque ayudan a regular la población de paquidermos; porque los ingresos generan muchos puestos de trabajo, incluyendo veterinarios que cuidan de los animales salvajes y guardas que se juegan la vida contra la caza ilegal, entre otros muchos que ayudan a mantener aeropuertos y hospitales. Para muchos gobiernos es una riqueza nacional, como el petróleo, o el turismo. Nada que objetar, aunque la caza no me merezca la condición de deporte.

Incluso en períodos de crisis como el que sobrellevamos en España, la caza exótica y las ayudas a países pobres son esenciales para millones de personas. En nuestro país la crisis causa inmensos dramas. En los países pobres, la crisis está causando hambre, y muerte. Por eso, nada que objetar a la ayuda al tercer mundo, y a la cacerías exóticas. Incluso de personalidades españolas, sean reyes o ciudadanos acaudalados.

Los eventos de estos días que han culminado en el "perdón real", sin embargo, esconde algo en su enunciado, una vaguedad y una generalidad que, por su imprecisión, incluye todo, y no incluye nada. Y al perdón real le sigue un párrafo que circuló por las redacciones y salió impreso el propio jueves: "Don Juan Carlos mantendrá a partir de ahora una mayor discrección con respecto a las amistades personales que le acompañan en sus actividades particulares y desplazamientos."

En este año de Semana Santa en abril, el incidente precisamente el día 14, aniversario de la II República, quedó remachado con clavos en el párrafo periodístico "...mayor discreción..." y en el enunciado con voz sedada del Rey: "Lo siento mucho. Me he equivocado. No volverá a ocurrir".

Y no hubo más. No sabemos si no volverá a ocurrir en un 14 de abril; en Botswana en una cacería, o en una compañía que no era real, ni era "von" sino una "zu" o que en una caída se rompiera la cadera.

Lo que sí es un hecho, es que "la autoritas" real ha quedado dañada para reprender a Urdangarín; afear la conducta de su otro yerno, el pisaverde de Marichalar, que permite a su hijo menor de 14 años jugar con armas; o, incluso, demandar a la princesa Letizia mayor dedicación a las actividades que por rango le corresponden.

"La autoritas" resquebrajada en una pirueta imposible como una paloma que vuela confiada y es alcanzada en pleno vuelo por un disparo traidor. El derrumbamiento ilegítimo de un elefante detenido por un disparo de cazador al acecho. Los remaches en el hospital, en las redacciones, y en la petición de perdón, han dejado la posición real agrietada.

¿Cómo serán las visitas oficiales del Rey y la Reina en el futuro? Le dirá el esposo a la esposa, el novio a la novia ¿Vamos a ver al Rey en la universidad, la catedral o el desfile? ¿Soñará la novia ser tratada como princesa o vivir como una reina? Lo que sí es cierto es que la ciudadanía no renuncia a vivir con dignidad.

Queda solo una petición real de perdón, auténtica, con propósito de enmienda. Majestad, haga una jugada de inteligencia, anuncie en público a la mayor brevedad, que cesa su relación con Corinna zu-Sayn-Wittgenstein. Vuelva con la Reina Sofiá de Grecia, y vuelva a congraciarse con la ciudadanía. Antes de que sea tarde, no para usted, para su hijo el Príncipe y para salir de la crisis con solvencia económica y ética.

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