11.4.13

El detalle maestro de cada día


Hacemos muchas cosas de manera mecánica, sin pensar, sin darnos cuenta, sin reflexionar. Es en los pequeños detalles donde se descubren las cuestiones importantes. Recordaba esto leyendo la necrológica que el prestigioso New York Times dedicó a la primera mujer torera de los Estados Unido: Patricia McCormick.

Patricia McCormick decidió ser torera desde muy joven, y cruzó la frontera a México, donde recibió enseñanza técnica.

Fue entonces, hablamos de los años 50, cuando las mujeres comenzaron a romper barreras convencionales, infranqueables hasta entonces: y Patricia McCormick eligió la trinchera más difícil: aprender el oficio de torear, y enfrentarse directa al toro bravo y las exigencias del público, y el desdén de los hombres, sus compañeros, los toreros. 

Ningún torero mexicano aceptó dar la alternativa a la dama. Pero ella siguió y ocupó el escalafón negándose a torear en plazas de segunda categoría y pagando a su cuadrilla según pagaban los mejores toreros a las suyas. En aquella época, además, los festejos eran escasos -hablamos de la convulsa américa central y del sur en los sesenta-.

Sin embargo, triunfó. Ganó reconocimiento, y los toreros declaraban: "si hubiera sido hombre, habría sido más que cualquiera de nosotros". Todo esto lo recoge el New York Times. Y más. Un detalle, entre otros, de importancia.

"Un antiguo admirador rescató a McCormick de la pobreza." Esto escribe el artículo. Un detalle no menor para el lector de la necrológica que tan prestigioso periódico de influencia y reconocimiento mundial dedica a la matadora.

Investigando sobre ello, averiguamos que dicho admirador, a los ocho años oyó comentar a su madre (enfermera) que Patricia McCormick yacía en el hospital víctima de una cornada y que había recibido los santos óleos.

Más de medio siglo después, siendo propietario de una armería, el admirador tuvo noticia de la torera, y decidió encontrar a aquella mujer extraordinaria, aún conocida y recordada. No tardó en hallar noticias al respecto.

Patricia McCormick había sufrido los embates de la fortuna, pero no estaba a punto de ser desahuciada, como indica el obituario del periódico neoyorquino. Dato no menor, decía.

Este detalle, relevante como la vida de Patricia McCormick -seis cornadas graves, única en un mundo de hombres, y en México, lanzada al mundo del toro por pasión, sin apoyo en la familia, ni en Texas, y que fue figura del toreo..., este detalle del dinero, tiene enjundia en la cultura sajona, especialmente norteamericana. 

En el cine, por ejemplo, las películas "made in USA" reportan en seguida de dónde procede el dinero de los protagonistas del filme, aunque solo sea insinuando su profesión. En Europa, y en España más aún, los protagonistas "no necesitan" indicar de dónde proceden sus "poderes" para ocupar primer rol en una representación.

Para el joven americano que lea el obituario de aquella heroína de los sesenta, capaz de desafiar todas las convenciones y lanzarse a romper barreras en favor de las mujeres en la profesión más difícil, para cualquier chico o chica, leer que económicamente Patricia McCormick había fracasado al final de sus días, solo puede indicar una cosa: "Don't do that" es decir "no lo hagas" pues en la vejez caerás en al miseria... Y no. 

No es así. Señores del New York Times. Un revés de la fortuna puede acaecer a cualquiera y en cualquier momento.  Patricia McCormick eligió una profesión especial, distinta. No eligió convertirse en la mejor atleta de Texas; o la primera saltadora de pértiga; o la primera mujer bombera o experta en actividades duras o peligrosas. Eligió ser torera, la primer mujer torera de los Estados Unidos. 

Que desde las dehesas infinitas le sea otorgado el don de ver toros a Patricia McCormick, figura del toreo en México y Suramérica, primera mujer torera de los Estados Unidos. 

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