11.7.06

Conmoción en el deporte global

La final de la Copa del Mundo Alemania 2006 entre Italia y Francia ha abierto un debate que va más allá del meramente futbolístico y entra en el terreno de la Deportividad y de la Ética con mayúsculas.

Además del análisis táctico que sigue al desempeño de las selecciones finalistas en Berlín, en la final se produjo un episodio que tendrá grandes repercusiones. Serán consecuencias tanto en el plano personal de sus protagonistas en el terreno de juego; especialmente del capitán francés Zinedine Zidane, en el resto de los jugadores y en la labor de los árbitros, en este caso, del cuarto árbitro, el español Luis Medina Cantalejo.
A los árbitros corresponde mejorar el arbitraje; y mejorar al mismo ritmo que mejoran los deportistas para demostrar que día a día pueden desempeñar mejor su misión arbitral.
A Zinedine Zidane le corresponde lavar este borrón con el que ha cerrado su gloriosa carrera deportiva, trayectoria que le había llevado a ocupar un lugar en el Olimpo del deporte mundial.
Al resto de jugadores, y especialmente a los italianos, les corresponde aclarar con exactitud qué intercambio de frases hubo dentro del área y qué le dijo Materazzi por la espalda a Zidane que le llevó al capitán francés a girarse sobre sí mismo y asestar un cabezazo en el pecho del defensor italiano.
En la actitud de los árbitros, de Zidane y del resto de jugadores veremos si se escribe una página de juego limpio, si imperan los valores de la Deportividad, o si las páginas oscuras del fútbol permanecen ocultas por voluntad de sus propios protagonistas.
En estos momentos, cada uno de los protagonistas tiene la pelota en su tejado. La Deportividad con mayúsculas depende de cada uno de ellos: árbitros, jugadores italianos y su federación, y, principalmente, de Zidane, quien debe dar el primer paso.

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