13.9.12

Cataluña y Euskadi pedalearán en equipo por la independencia



La última madre de todas las manifestaciones habidas en España sucedió el pasado 11 de septiembre, anteayer mientras escribo, con la manifestación de la Diada, en Barcelona. Las cifras varían, entre 600.000 estimados por la delegación del Gobierno y los casi 1,5 millones estimados por los organizadores. Las cifras son importantes, y más importante aún el lema de la manifestación: independencia. Este lema y la importancia de la manifestación han dado un vuelco político en Cataluña.

Artur Mas hizo recibir a los organizadores de la ANC (Asamblea Nacional de Catalunya) por la presidenta del Parlament, y estos entregaron una senyera y una pancarta, en prueba de que cedían "el tesoro moral" del día a la autoridad política, en acto solemne, en sede parlamentaria. Fue el primer movimiento de Mas para encabezar y capitalizar una manifestación que, a decir, de muchos, había sobrepasado todas las estimaciones del Sr. Mas y su partido.

En el País Vasco, la situación de vuelco comenzó en las pasadas elecciones municipales y forales. Entonces, la izquierda radical, allí llamados "patriotas" (abertzales) obtuvo el visto bueno de la judicatura y presentó candidaturas que resultaron especialmente victoriosas en Guizpúzcoa. Incluso se hicieron con la alcaldía de San Sebastián, antes en manos del PSE, la Diputación Foral y numerosos municipios. El objetivo de los "patriotas" tanto catalanes como vascos es idéntico, la indepenencia.

La manifestación del 11 de septiembre repercutió también en tierras vascas: la independencia sería también el principal tema en la agenda política de la comunidad autónoma.

Para el resto de España, desde Santander hasta Almería y de Castellón a Huelva, la situación ha cambiado y los problemas son otros. Si catalanes y vascos han trastocado el orden de prioridades, para el resto de españoles, el paro y la crisis económica son los problemas acuciantes que exigen dedicación completa y solución urgente. A esta agenda se aplican Mariano Rajoy y el Gobierno.

Vascos y catalanes han optado por otros ritmos. En principio, los vascos están convocados a las urnas el próximo octubre. Quien lleva todas las papeletas de ganar es el PNV, "patriotas" también, que quieren la independencia, aunque a largos y espaciados sorbos. Frente a ellos, los "patriotas" radicales, quieren poner en el orden del día como urgente e inaplazable, la independencia.

Esta mutación de prioridades parida con la Diada, trastoca también las prioridades, y los tragos largos y espaciados de independentismo por parte del PNV. Ahora deberá competir con los "patriotas" radicales por ser más "nacionalista" o "tan independentista como" aún a riesgo de pasarse de frenada. 

Dentro del PNV la pulsión independentista está más abierta, ha sido más expuesta que en la coalición catalana CiU. Sin embargo, lanzarse a tumba abierta hacia "la independencia", tal es el órdago de la manifestación de la Diada, puede resultar prematuro para el PNV y causar alarma entre sus bases. Es decir, la Diada puede encandilar a los independentistas del PNV pero puede atemorizar a quienes no son "independentistas" y consideran el status quo actual idóneo. El Partido Nacionalista Vasco se ha encontrado sin comerlo ni beberlo en la misma situación que Convergencia i Uniò: deberá llevar en su programa la opción independencia con plazos y etapas.

Por su parte, CiU ha tropezado con la Diada, y ahora debe cambiar el paso y el discurso "oficial." Hasta ahora ni Mas ni Duran i Lleida, las cabezas del partido, han presentado la independencia en su programa electoral. Incluso Artur Mas indicó en su momento que si ese fuera el objetivo de su partido, entonces nunca ganaría las elecciones.

En los últimos meses, la política de Convergencia en feudo catalán ha ido paso a paso, etapa a etapa, hacia un "soberanismo" o "mayor decisión" con la participación abierta de sus líderes en referendums locales, apoyos en mociones municipales, reuniones de cuadros del partido y otros actos públicos. Sin embargo, la Diada ha trastornado todo lo anterior, y ha puesto a los líderes ante la opción clara: Sí, o no. 

Y en estas estamos. Artur Mas dispuesto a obtener "instrumentos de estado" para satisfacer el hambre de independencia; y la calle, con los independentistas de ERC y otros partidos menores, exigiendo de golpe esos "instrumentos de estado."

Independencia Si. Independencia No. Vascos y catalanes inician pues, empujados por la calle y los radicales, un curso político que cambiará por completo con respecto a los últimos 35 años de vida democrática. Esta vez los radicales han impuesto su agenda, y los llamados "moderados" deberán optar, de manera abierta y clara por un Sí, o un No. La calle, los radicales, no permitirán posturas intermedias. 

La situación económica parece para los españoles el asunto que requiere todas energías. Para los radicales y moderados del país vasco y Cataluña, la prioridad será otra, la independecia. Aunque Cataluña esté arruinada y necesite préstamos para pagar las nóminas de los funcionarios.

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