Hace unas décadas, un diputado autonómico de una autonomía que no viene a cuento, miembro del partido socialista, y miembro del nutrido grupo de diputados sin arte ni parte, sin formación ni fundamentos, sufrió un accidente de tráfico mientras conducía en estado de embriaguez -como quedó demostrado en ulteriores pruebas.
El accidente fue grave, pues varias personas resultaron heridas de gravedad y con secuelas durante años por culpa de la irresponsabilidad del conductor, como luego determinó el juez ¡en apelación!
El diputado socialista exigió que no se considerase agravante para un político conducir en estado de embriaguez; al contrario sostenía Gracia Quintana, que "forma parte de la actividad del político estar en contacto directo y estrecho con sus votantes, y ello implica riesgos."
Aquel anónimo diputado, Gracia de la Q., buscaba un privilegio de casta con su defensa del derecho a una responsabilidad limitada para los políticos. El socialista quería estar por encima de las leyes. Y, claro, no podía ser concluyó el juez en su auto de sentencia definitiva.
Me dice mi amiga, Quintana García, que con la ley del aborto que ha aprobado el gobierno del Partido Popular, los socialistas quieren volver a demostrar que ellos, los socialistas, están por encima de la ley, por encima del derecho a la vida, y por encima de los votantes o no votantes en sus privilegios para decir qué leyes se aplican y en qué casos, aunque haya vidas humanas en juego.
"Para un socialista" recalca mi amiga, "puede ser más importante la vida del feto de un lince ibérico, o de un animal cualquiera, puede ser más importante que la de un feto humano si con ello el socialista gana poder." Digo que exagera.
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