6.1.15

Las filípicas y las catilinarias de Iglesias, Pablo

Una filípica según el diccionario es una invectiva, una censura acre. La palabra tiene su origen en las cuatro arengas que pronunció Demóstenes contra Filipo, el rey de los macedonios que amenazaba la independencia de Grecia.

Después, Cicerón tituló con esta voz las 14 oraciones que pronunció sobre asuntos públicos. 

Cicerón además de las filípicas, dió curso a una voz nueva, catilinarias, que según el diccionario, son un escrito o discurso vehemente dirigido contra alguna persona, y que Cicerón dedicó a Catilina. 

Lucio Sergio Catilina era el jefe de una conspiración tramada contra la libertad de Roma. Cicerón ya era cónsul cuando en el Senado dirigió estas cuatro piezas contra Catilina para desentrañar lo que se definió después como "la conjuración de Catilina."

Han vuelto las filípicas y las catilinarias, aceradas, muy encendidas y firmadas por los más conspicuos portavoces de Podemos, el proyecto de partido que sin candidatos gana en las encuestas de intención de voto para ayuntamientos y comunidades autónomas de España. Se dirigen contra todos -la casta- y contra todo -el sistema-. 

Los objetivos de sus catalinarias son las cabezas visibles de los mercados: desde Mariano Rajoy -tratado en modo subalterno- hasta la troika, encabezada por Alemania y Ángela Merkel -auténtico diablo del mentado Pablo, Iglesias. 

Las filípicas van contra una masa informe pero muy precisa, llamada los políticos, que incluye lo que en terminología marxista se llamaba la "superestructura". Todo aquel que no esté del lado de Podemos es susceptible de formar parte de la casta en mayor o menor grado, con mayor o menor complicidad. 

Pero si hay alguien sobre quien caen filípicas y catilinarias como fuego graneado de artillería, son los socialistas y los partidos de izquierda, todos. En ellos, en su pasado, en sus contradicciones, en el aburguesamiento de la izquierda, encuentra Podemos la fuerza para cebar nuevas filípicas y descargar certeras andanadas de artillería para machacar las posiciones de socialistas, comunistas y ecologistas; y nuevas catilinarias para arrasar con los mercados y el capitalismo (atención que se salta a los neoliberales ¿lo han notado?).

Y en esta tormenta seguiremos hasta que lleguen las elecciones. Entre tanto, amoldarán su discurso a las leyes y al boletín oficial. Pasarán de la artillería de campaña a ruidosos fuegos de artificio si el marketing lo exige así.

Porque a fuerza de filípicas y catilinarias han prendido en una sociedad fustigada hasta lo indecible por la crisis y humillada hasta el escarnio por la desvergüenza de los políticos, en esta sociedad, con su discurso, y están aquí para quedarse en el cuerpo electoral. 

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