9.5.13

Hollande, tras la huella de Zapatero

Hace tres años, en mayo de 2010, el presidente del Gobierno español José Luis Rodríguez Zapatero, desgranó en el parlamento las reformas económicas exigidas por Europa (la canciller alemana Angela Merkel y el presidente francés Sarkozy) y Estados Unidos a través de su presidente, Barack Obama.

Las reformas exigidas entonces, revisar la edad de jubilación, reformar el mercado de trabajo, la seguridad social y sanear el déficit del sector público, debieron implementarse en cuestión de días, dada la perentoria exigencia de las de Merkel, Sarkozy y Obama. La aceptación de las medidas fue el final de Zapatero. Como ex presidente o figura política no existe en la actualidad española: como si hubiera sido tragado por la tierra.

Estamos en mayo de 2013 y el nuevo presidente francés, desde hace un año, François Hollande, sufre una de las más severas crisis demoscópicas que se recuerdan en Francia: su presidencia sufre un rechazo de 3 de cada 4 franceses. Para Hollande, aún no ha llegado lo peor.

Lo peor para el presidente galo será implementar las medidas exigidas por las autoridades económicas de la Unión Europea -básicamente Alemania- para que ejecute las mismas reformas que Zapatero. Y una más: abandonar la pretensión de extender las 35 horas semanales de trabajo.

Los plazos para Hollande corren a gran velocidad. La mundialización de la economía exige mantener la competitividad o quedar relegado en los mercados internacionales. Y esta es la tesitura de Hollande, con un agravante. El agravante es su escasa popularidad. La tesitura, aceptar las reformas o encallar en un marasmo económico de falta de crecimiento, pérdida de competitividad, pérdida de mercados, dificultades de financiación, y problemas que si ya son enormes, se acrecientan semana a semana. 

Que le pregunten al nunca más nombrado Zapatero las consecuencias de actuar con retraso en la toma de decisiones urgentes, y muy dolorosas.

Francia vislumbra ante sí un futuro muy poco prometedor. Cada día que las reformas -severas, y ajenas al socialismo- se retrasa, empeora la salud -deteriorada- de la economía francesa. Y europea, por ende.

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