28.5.13

Lo que calló José María Aznar: su herencia, y la casta política

Ríos de tinta e inundación en internet con diluvios de comentarios en las redes  sociales se han sucedido desde que el ex presidente José María Aznar arrancó contra el Gobierno de Mariano Rajoy en Antena 3. 

Las críticas al gobierno y en especial al presidente Rajoy desbordaron las expectativas incluso de la izquierda, y han dejado descolocados a todos los partidos con el PP incluido, a Mariano Rajoy con el gobierno, y a la ciudadanía desconcertada.

No dejó el ex presidente ni un palo sin tocar: la forma de luchar contra el déficit; la subida de impuestos; la falta de contenido político en la acción del gobierno; incluso criticó al gobierno por los excesos de otros -los nacionalistas catalanes-.

En un país abatido por la situación económica, con seis millones de parados y en plena recesión; con un partido de la izquierda moderada al borde de quedar sobrepasado por la izquierda radical; con una crisis de estado expresada en la figura del rey y la deriva de tinte separatista en el Parlament catalán; con una movilización callejera sin precedentes protagonizada por partidos, sindicatos y el movimiento 15M y grupos radicales, el ex presidente del Gobierno acusa a Mariano Rajoy de falta de consistencia política, y beligerancia con los radicales.

Y, sin embargo, muchos de los problemas arrancan del mandato de José María Aznar y su acuerdo de investidura con los nacionalistas. Incluso sacrificó al líder del PP en aquella comunidad, Alejo Vidal Quadras a cambio de los votos necesarios para su investidura como presidente. 

Eso a pesar de que Vidal Quadras consiguió la mayor representación para el PP en el Parlament de toda la historia: 421.752 votos y 17 escaños. Tal número de votantes no fue superado ni en las elecciones de 2010 cuando el PP obtuvo en Cataluña 387.066 y 18 escaños, con el hastío del tripartit. 

Los votos obtenidos por Vidal Quadras son comparables a los conseguidos por el PSC en estas últimas elecciones 575.233. Aznar truncó la progresión del PP al descabezar a su propio partido a petición de Jordi Pujol.

El problema de Cataluña al que hace mención el ex presidente, arranca precisamente de su propia falta de pulso político para liderar los "pactos del Majestic".

Aznar criticó en televisión la subida de impuestos, y recordó que su gobierno los bajó. Sin embargo, se olvidó mencionar que durante su gobierno la privatización de muchas empresas generó por miles de millones efectivo suficiente para contener la sangría de la deuda -y que ésta era, entonces, mucho menor-. No mencionó este   otro  capítulo.

Aludió airado el ex presidente, al comportamiento de los medios de comunicación, en especial el grupo Prisa con su emisora de radio, La Ser y el periódico El País como arietes, que no aminoran el ímpetu de sus informaciones críticas con Aznar: "están en quiebra y solo espero que tengan dinero para responder a las querellas que les he interpuesto." 

Según miembros de su propio partido, ésta defensa fue la idea inicial para acudir al plató: defender tanto sus años de gobierno como las críticas contra su esposa, la actual alcaldesa de Madrid, Ana Botella.

Aznar no mencionó la partitocracia, otro de los monstruos  engordados durante su administración: "la casta política". 

La llamada "casta" que engloba todo el entramado de empresas e instituciones creadas por los políticos -de izquierda y derecha- para extraer pingües salarios mes a mes, e indemnizaciones cuando dejan el puesto, y cuyo rastro más sangrante ha sido la ruina de las cajas de ahorro.

Tanto el Partido Popular como el PSOE han creado empresas e institutos a todos los niveles de la administración, han copado tanto los puestos de dirección como los subalternos.

Esta clase política "extractiva" controla municipios grandes o pequeños, diputaciones, comunidades autónomas y administración central como propiedad privada, como cortijo propio. Y esto es así hoy, por no haber puesto en su época límite al desbordamiento del estado en tres y a veces hasta cuatro niveles más de administración. 

Si los asuntos que plantó sobre la mesa han dado que hablar durante una semana, lo que calló Aznar, en silencio quedó. 

José María Aznar eludió su responsabilidad propia cuando descabezó al PP en Cataluña; y su falta de responsabilidad para apoyar en una reforma esencial, de carácter político, que libere a la ciudadanía de una casta política incrustada en las instituciones y que extrae todo el dinero posible incluso hasta la muerte de la institución, como las cajas de ahorro.

Además de esa "auto-defensa" que mencionan miembros de su partido, el ex presidente Aznar acudió con otro objetivo "in mente"  como altavoz del grupo Antena 3, totalmente contrario a la vuelta de la publicidad a Televisión Española. 

La batalla de su propia fama está perdida para el ex-presidente desde el momento en que no es dueño de su propia herencia. No ha sabido crearse un personaje público para "todos" los españoles. 

Aznar es una figura antagónica entre el electorado, valorado en especial los votantes del PP, pero muy rechazado por quienes no fueron sus votantes. Y este precipicio entre ambos corre por cuenta de la oratoria y el discurso del Sr. Aznar que no supo abrir canales de comunicación entre una y otra corriente.

Su propia fama, su sombra, no le pertenece, otros la controlan. Por dejadez y abandono del titular. Y este dominio de terceros sobre su propio legado -que no ocurre con el ex presidente, Felipe González, por ejemplo- es achacable solo a José María Aznar. 

Su formas e incluso el contenido de lo que expresa, no cala, no llega a la calle, al ciudadano: su abrupta defensa de España; su defensa de la economía, por la brava; su verbo descuidado: todo ello impide que su mensaje, el mensaje liberal-conservador fluya con normalidad entre la ciudadanía.

Habría ganado muchos enteros su propia figura pública si hubiera puesto al Partido Popular ante los hechos: ser militante del PP (y del PSOE) es una forma de escalar en la vida pública, no de servir al votante, al ciudadano, a España. Pero no se atrevió.

Quizá salve las cuentas del grupo Antena 3. Lo que no ha salvado ha sido su propio pasado; (ahora vapuleado por los coletazos del caso Gúrtel y del caso Bárcenas, dos de los mayores casos de corrupción política). Tampoco ha rescatado antiguos laureles; y tampoco ha ayudado al Partido Popular, ni al presidente Rajoy. 

Demasiados errores en el camino a cambio de salir a la palestra para defender su propia imagen. Sus víctimas han sido el presidente Rajoy y el Gobierno. Sacan beneficio los no mentados: "la casta política". Partitocracia que se considera impune, dueña de las instituciones del estado, empresas, institutos y demás instrumentos de la administración pública. Y esto enardece a los más radicales.

Su intervención tampoco ha despertado entusiasmos en este océano de crisis que anega el día a día de todos los españoles. Y la  segunda parte de su entrevista queda al destino de la peor capacidad de José María Aznar: la capacidad de convencer, de abrir canales de comunicación entre quienes le aprecian, y quienes no. 

Y en este desierto, en esta tierra de nadie, son otros los que dominan las herramientas de comunicación necesarias para efectiva y eficazmente abrir canales de comunicación y llegar a todo el electorado, en toda España. Queda Rajoy, mermado, y su Gobierno. Pero esto es otra historia.

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