5.1.14

Sobre el Canal de Panamá y Sacyr

Traducir para construir presas, fábricas, aviones o barcos o campos petrolíferos deja enseñanza. Vamos a lo cercano.

Todos y cada uno de nosotros conocemos por experiencia propia cómo en las obras de remozado de una fachada, renovación de una escalera o de construcción de un ascensor en una comunidad de vecinos hay sobrecostes. Multipliquen eso por cien mil y tendrán una idea de los problemas surgidos en las obras del Canal de Panamá.

Cuando las autoridades del Canal licitan el proyecto no saben exactamente cuántos sacos -o decenas de miles de toneladas- de hormigón necesitarán. 

Tampoco permite el licitante a las constructoras estudiar al detalle hasta las últimas necesidades ineludibles para una buena obra, duradera y resistente (es muy probable que las constructoras encuentre necesidades muy por encima del presupuesto previsto por el licitante).

Por otro lado, las empresas constructoras tampoco invertirán decenas de millones en hacer estudios de viabilidad del proyecto "al milímetro y al céntimo" para hallar cuánta dinamita será necesaria; cuántos millones de toneladas habrá que remover; cuántos kilómetros de carreteras o canal exigen una renovación completa: no pueden "arriesgar" demasiado dinero en un proyecto que al final puede que no consigan rematar en la subasta. Sería tirar el dinero.

En estos dos límites se encuentran los problemas de Sacyr. La empresa ha debido realizar -y documentar por qué y en qué cuantía- obras no previstas inicialmente (ni por el contatista ni por el adjudicante). Esas obras no previstas recibieron el visto bueno por los ingenieros y arquitectos de la parte licitante. Y se ejecutaron, primero con cargo a Sacyr en el caso del Canal de Panamá.

Sacyr reclama al contratista asumir los gastos derivados de la obra ¡ya realizada! Y el contratista rechaza entrar en conversaciones. Lo previsto.

Lo que vemos entre Sacyr y los gestores del Canal de Panamá es lo mismo que hemos visto en las obras de la escalera, del ascensor o de la fachada: la empresa ha realizado obras necesarias y quiere cobrar por ellas. Lógico. 

Y, por otra parte, los que deben pagar, los beneficiarios, después de haber dado el visto bueno a estas obras adicionales, dicen que no quieren poner más dinero. Algo conocido.

Las partes se reunirán y llegarán a un acuerdo. Sacyr y el Canal saben que tendrán que sentarse sobre una mesa, y ambos reconocer hechos y precios.

Lo sorprende en España es el periodismo de aullido que nos invade: ¡¡¡¡Sacyr es una chapuza, un desastre, una ruina que quiere salvar sus cuentas haciendo trampas...!!!! 

Es el batifondo diario en prensa, radio, televisión e internet, en España.

Los medios rechazan reconocer cómo funcionan las obras públicas después de haber construido en España puertos, aeropuertos y estaciones de ferrocarril; barrios y pequeñas ciudades en cada provincia y ciudad... sabiendo que en las obras, los imprevistos existen. Y existen fórmulas para solucionar esos imprevistos, desde antes de que los mismos se produzcan. 

Kilómetros de túneles y viaductos, ríos subterráneos que nadie conoce; suelos horadados como quesos que no soportarían ni trenes ni camiones... todo eso aparece en mitad de la obra: lo saben los licitantes y los que participan en en la subasta.

En fin, es periodismo poco documentado y presto a tirarse piedras a su propio tejado sin importar las consecuencias, tanto de la poca documentación manejada, como de las heridas que a sí mismo tal actitud ocasiona.

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