9.11.12

Chocolate del loro, pajarería y pájaros en la cabeza


Chocolate del loro, pajarería y pájaros en la cabeza

Es el 'chocolate del loro', resume la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría, informando (tras Consejo de Ministros) de la reducción a la mitad de vehículos oficiales y su reasignación por estricta jerarquía burocrática. 

No lo puedo remediar, pero su Ilustrísima, su Excelencia, o cualquiera que sea el trato con el que un mortal deba dirigirse a su rango, no puedo evitarlo, decía, Soraya se me parece cada vez más a la Soraya-Clon. 10 millones de euros de ahorro, y reduce a la mitad el número de vehículos oficiales: quedarán unos 300 coches de lujo.

Son 300 restos de aquella matrícula del viejo régimen, PMM, o Parque Móvil del Ministerio. Los madrileños traducían con retranca la sigla: Para Mi Mujer. Personajes distinguidos, próceres o primates del régimen disponían de vehículo oficial. 

La realidad es que ni eran próceres (persona de la primera distinción o constituida en alta dignidad, según la Academia) ni su uso, oficial. Para Mi Mujer. PMM. Ostentoso.

El chocolate del loro, según el diccionario de la Academia, es frase coloquial, definida como "ahorro insignificante en relación con la economía que se busca."

Para los estudiosos del idioma, la expresión está enraizada en el castellano.. Hacia 1800 los indianos que regresaban de América enriquecidos solían, como es el caso de aquellos a quienes gusta hacer ostentación de sí mismos, sus riquezas o posesiones, exhibir en el día a día a su caudal ofreciendo chocolate a quienes recibían en su mansión. 

El chocolate era un producto caro, y al ofrecer esta bebida como obsequio, el indiano exhibía su pujanza económica: así en España como en Francia o en Rusia, con el azúcar, por ejemplo, o el caviar

Lo más "in" era alimentar al loro con una pastilla del caro manjar de cacao. Esta ración de chocolate era la que sufría "los recortes" cuando venidos a menos, metía el administrador la aritmética real en la economía doméstica.

Para Sáenz de Santamaría, el coche oficial, el chocolate del loro, símbolo de la nueva clase, es un recorte menor; pero muchos recortes menores fructifican y "llega para una pajarería", tal y como afirmó, ufana, tras el Consejo de ministros, o de Próceres de la patria.

Una de dos. O bien Santamaría imagina el cuento de La lechera (cuya enseñanza es imaginar o soñar quimeras, algo imposible) como el cuento de muchos loros en una pajarería, de modo que si el cántaro se le rompió a la protagonista de la fábula de La Fontaine en su camino al mercado, la "vice" pierde los ahorros, soñando la pajarería. O sea, para la vice, la pajarería se convierte en tener pájaros en la cabeza, y sobre esos cuentos, nos explica unas cuentas ficticias para aliviar el día a día de la ciudadanía. -Vamos bien, ahorramos 10. -¡Pero oiga, que  debemos 800.000! Pájaros que anidan en la cabeza.

De este modo, en los próximos meses nos obsequiará con "dulces de ahorro" que en realidad maquillan, pero no curan. El PMM y el resto de chollos menores endulzarán la amarga crisis. Todo para esconder que no puede domeñar el problema mayor.

¿Cabe otra conjetura? Podemos llenar la pajarería con este cuento de La bloguería: Los reinos de taifas -comunidades autónomas- habían creado en 30 años de desgobierno ejércitos de funcionarios y contratados y deudos de todo pelaje. Estos miles y miles, y miles de ciudadanos vivían  parasitados a la política. Chupaban la sangre de la administración, por consiguiente, defendían el status quo frente a quien exhibiera una tijera sanitaria. 

Eran tantos, que, por ejemplo, Cataluña podía contar el número de parados, pero rechazaba dar la cifra del dinero gastado en sus funcionarios, sus empresas, agencias, institutos... ¿Cómo desenladrillar este cielo oficial?

¿Pájaros en la cabeza? ¿Servirá el chocolate del loro del gobierno central para despertar la conciencia crítica de los ciudadanos de las taifas y que estos mismos exijan el fin de los privilegios de la nueva clase? Nos hallamos, pues, en otro hallazgo esta vez en trabalenguas: el cielo está enladrillado ¿quién lo desenladrillará? El desenladrillador que lo desenladrille, buen desenladrillador será. Un auténtico destrabalenguas. El cielo está enchocolatado...

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